La educación recibida y el sentido del deber, esa especie de karma transfigurado en obligación, un peso sobre los hombros que arrastramos, algunos, toda la vida, queriendo hacer siempre lo correcto, queriendo estar siempre a la altura y al final, tocando el suelo con el alma destrozada y los sentimientos encontrados debatiendo dentro de ti, golpeando sin descanso, como una galerna enfurecida arrastra olas en playas sin arena.
Hoy he vivido la conciencia atormentada del haber y el deber, como una contabilidad trastocada, dividida por no saber si uno y otro podían convivir en mi cabeza y en mi corazón, porque estaba perdida en dos mundos, y me he dado cuenta tarde, cuando acaba el día y estallo en un mar de lágrimas y aullidos contenidos, golpeo con furia la pared, una, dos, tres veces, contengo la ira que me atiza las entrañas y vuelvo a mi pastillero, temblando, gimiendo, temerosa de mi misma, buscando un sitio, consciente, otra vez, del amor que me divide, de la pena tan grande que llevo, no hay tristeza , hay una pena oscura y negra, igual que ya no hay fotos aquí, ya no hay luz ni vida, siento como me arrastran mis cargos de conciencia.
"Disfruto con la tristeza y con la melancolía, pero con la pena no. La pena es muy jodida. Es demoledora"
(Pau Dones)
Mi pena es mi mala conciencia.
Mi pena es mi mala conciencia.