miércoles, 7 de marzo de 2012

Algo roto, algo perdido.

Nadie dijo que esto fuera a ser fácil, tenía claro que habría un antes y un después, pero aún reconociendo este hecho, está siendo duro.
Tengo una hija a ocho mil kilómetros de distancia y con todos los medios de los que hoy disponemos, facilidades de "comunicación" impensables hace muy pocos años, con todo, hace rato que no sé nada de ella, no escribe, no llama, no está para mi.
Sé que está bien, como es lógico, pero lo llevo mal.  Hay una parte de mi ser como madre que no se resigna, esa necesidad de proteger  me vence, y me puede aún más el hecho incontestable de que ha crecido, se ha independizado de mi, se ha roto ese cordón que nos unía, hemos perdido algo.
El mes próximo cumplirá 17 años, es una edad casi adulta, es una edad para empezar a volar, pero mi hija ya voló hace unos meses y yo no estaba preparada.
Hoy he soñado con ella por primera vez en todo este tiempo. Tan solo la abrazaba, un abrazo largo largo y fuerte, como queriendo retenerla, no te vayas, quédate aquí conmigo un poco más; mientras, me sonreia en mi sueño, me miraba sonriente en un intento de  tranquilizar mi corazón, sin decir nada, dejándo que yo la envolviera con mis brazos y devolviendome a su vez los suyos.
No he llorado mucho su ausencia, es la verdad.  Esta era una situación temporal, habría un regreso... pero ya no habrá retorno.  El día que se fué, de regreso a casa en medio de un silencio que se podía cortar, su hermana que me acompañaba quiso poner música y sin premeditación ni alevosía, metió en el equipo del coche un cd del que salió disparada esta canción de JM Serrat   que todavía hoy me parte por la mitad.
http://www.youtube.com/watch?v=Pp2xieXOyxg&feature=related
Creo que no he llorado tanto en mi vida, durante kms. no pude parar de llorar porque ya sabía, ya intuía que el lazo se estaba deshaciendo; lloraba por ese miedo, irracional o no, que no le pase nada por Dios... lloraba por todo, por una etapa de mi vida y de la suya que se cerraba para abrir otra, ni mejor ni peor, otra, diferente y distinta.

Y entonces recordé a  una madre con gabardina negra aceptando resignada un destino sin mi...  y lloré por las dos, por mis propios silencios y mis ausencias, los de entonces y los de ahora.

Por mi parte  creo que echaré de menos por el resto de mi vida a aquella niña de 16 años que despedí en un aeropuerto un día del mes de agosto del año  2011.


Un beso, un abrazo y un mimo.
For you.

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