viernes, 17 de febrero de 2012

Carnaval en Venecia

El Carnaval no es mi fiesta, vaya por delante que no me gusta demasiado,  ni de niña, las máscaras me daban terror; así crecí y así sigo.        Con los años y los hijos, y la recuperación del evento como algo cultural propio de ciertas zonas de España, no me quedó otro remedio que rodearme de disfraces infantiles, alguna vez incluso de adulto, y participar con poca gana y menos entusiasmo.        
La parte gastronómica es otra cosa.  Nacida en una comunidad autónoma y residente desde hace años en otra, la mezcla culinaria de mi casa es variopinta y muy sabrosa, lo cual disfrutamos toda la familia, yo incluida, y aquí sí, sin reparos de ningún tipo.

Esta es sin duda una fecha irreverente, donde casi todo cabe y donde todo es excesivo.  Y llegados a este punto,  tengo que decir que  hay un Carnaval que me gusta, un Carnaval que dejó mi memoria grabada, mi corazón enamorado y mis hojos abiertos a la estética en grado superlativo.
El Carnaval de Venecia.

Como ciudad no cabe duda alguna que es especial y cualquier cosa que se diga al respecto resultaría redundante.  Pero en estas fechas, tiene al añadido de sus máscaras paseando canales y calles, mostrando al mundo la belleza transformada en todo su esplendor.                                                  
Las fiestas son privadísimas y solo se accede por rigurosa invitación, pero las calles... las calles de Venecia en carnaval son la expresión máxima del color y la tradición.
Disfraces elaborados con esmero, con diseños y telas extraordinarios y la conciencia de saberse mirados, fotografiados, admirados, los disfrazados no solo pasean, actúan su vestimenta y posan para el visitante, se dejan acariciar por los ojos de los sorprendidos, que como yo, no dan crédito a lo que ven, transportados por unos días a otras épocas....                                


...a otros mundos.



martes, 14 de febrero de 2012

Una camelia para Whitney

Uno no termina de entender como una persona tocada por los dioses llega a perder su camino.
Uno no termina de entender como una persona se deja arrastrar por el destino y llega a perder su camino.
Uno no termina de entender como una persona se cruza en la  vida de otra y la destruye primero para entronarla después, en mala hora, y le hace  perder su camino.
Uno no termina de entender.

Será que los propios dioses les reclaman desde su particular olimpo esa estrella, ese don inacabado, será que los reclaman para sí, convirtiendo su arte y su figura en algo intemporal, eterno y universal.

Y no puedo creer que I Will Always Love You (www.youtube.com/watch?v=H9nPf7w7pDI) no fuera escrita por y para ella.  El capricho personal de Kevin Costner convirtió una versión en "esa canción", en ese estandarte que siempre asociaremos con Whitney, su voz y una película mala de la que nació un mito. Ironías de la vida...

... y del Olimpo.
Gracias por esa voz que ya será siempre nuestra.

viernes, 3 de febrero de 2012

El Milagro de la Vida

Hay días que las emociones llegan sin esperarlas y te dan un golpe certero.

De una manera casual llegó a mi facebook la foto de la izquierda.  Fue realizada en el año 1999 instantes después de operar con éxito a un feto  de 23 semanas con problemas de espina bífida. Para su supervivencia, el bebé debía permanecer en todo momento dentro del útero, el cual se extrajo del vientre materno para realizar todo el proceso.
Terminada la operación, mientras se disponían a introducirlo nuevamente en su sitio, el feto se movió y sacó una mano que el cirujano tomó entre sus dedos, momento que el fotógrafo inmortalizó en una de las instantáneas mas comentadas y polémicas de la historia.
La primera vez que la vi lloré de emoción, supongo que de golpe y por unos instantes, recordé mis propios partos y el momento inigualable, único, extraordinario y hermoso en que ves a tu hijo por primera vez y lo tienes en tus brazos. Y ver esa diminuta mano apretando el dedo del cirujano, fue impactante.
Un feto de 23 semanas  mide aproximadamente 30 cm y pesa mas o menos 650 gramos.  Es un ser iniciándose en la vida, la vida a la que este pequeño se aferraba con fuerza, simbolizada en esas manos que magistralmente le habían devuelto la esperanza en un futuro,
Discusiones y polémicas aparte, lo que quiero en este momento es hacer un canto a esa vida, a la emoción de la maternidad, a ese sentimiento que te une a un hijo por siempre y para siempre,  constatar que  tanto desde el punto de vista médico como del humano, lo conseguido es asombroso, es de esas cosas que te obligan a parar, reflexionar... y sonreír.


                                     Samuel, seis años después.