domingo, 29 de octubre de 2017

La Culpa

"La vida es muy difícil.  Si quedamos mas o menos cuerdos es por el amor que nos dieron nuestros padres, como quiera que lo hayan expresado".  (Paul Auster)
 
No hay manual de instrucciones, los hijos llegan con el dolor necesario y la ilusión desencadenada.  Hay un revuelo general en toda familia que recibe un retoño,  un auténtico tsunami físico y emocional que, a veces, termina con la propia familia.
Los retoños crecen, se hacen adultos, hombres y mujeres en los que ponemos ilusiones excesivas, frustraciones que nos atormentan o deseos que quisimos para nosotros.  Y cuando así actuamos, casi siempre nos equivocamos.
Aun así, pretendemos y hasta coseguimos, que nuestros hijos crezcan sanos y fuertes, por dentro y por fuera, que se conviertan en seres útiles para si mismos y para la sociedad que los acoge, que sean capaces de amar y ser amados como solo los padres podemos hacerlo, todo sea por y  para ellos y sin embargo, hay ocasiones en que se tuercen las intenciones, se curvan aquellos deseos  y un hijo sufre porque nadie lee sus silencios, nadie escucha sus lamentos y llega la ausencia y el desencanto.

A mi me queda la culpa, me acompaña siempre;  no puedo dejar de sentir que tal vez pude hacer más, pude luchar más , pude hacerme oír mas alto cada una de las veces  que lloraba  desesperada pidiendo sobretodo comprensión.  Diré en mi descargo, mas por consuelo que por convicción, que también son responsables todos y cada uno de aquellos  que no me oyeron, que no deslizaron un segundo su mirada sobre todo lo que hoy es una evidencia.
No son pocos. Y yo lloraba a solas y en silencio. ¿Por qué me quejo?
 
Siempre me quedará la culpa para justificar errores y sobretodo para intentar comprender que destino extraño y malintencionado me golpea y se me enfrenta cada día.
 
 
En el límite de la comprensión racional, la necesito para vivir.
 

martes, 24 de octubre de 2017

La Madre, La Persona, La Mujer

(Reedición)
Lo escribí hace cinco años y `podría haberlo escrito hace cinco minutos, nunca como hoy tiene tanto sentido.
Coincide hasta la hora, de una madrugada como aquella, seguramente inquieta.


""No hace mucho veía en tv a Laura Pausini. No es que me guste como intérprete, pero como ser humano me pareció interesante y seguí la entrevista que le hacían. En un momento dado comentó que su último disco era muy especial para ella pues mientras lo componía había recuperado la maltrecha relación que mantenía con su madre a la vez que había descubierto a la persona que había detrás de ella. 
Me pareció precioso.
Y me quedé pasmada.

Inmediatamente pensé en mi propia madre, ya mayor, con esa edad que inspira la ternura y hablanda los recuerdos, con esa edad que cuentas hacia atrás, a la que miro muchas veces y siempre veo como madre.  Y pensé que mujer sería ayer, que clase de mujer fue en su adolescencia, en su juventud, que madurez hubiera podido tener.

Mi madre cuenta muchas cosas de su pasado.   Habla con frecuencia de sus padres, especialmente de mi abuela, a la que no llegué a conocer y con la que debió de tener una relación muy especial. Es su norte y su guía... aún hoy.
Habla de sus hermanos, ausentes por esas cosas de la vida en este país que nos han obligado durante generaciones a separar familias.  Recuerdo que de niña hablaba tanto de ellos,  que era casi como si pudiera verlos a diario.
Mi madre hablaba mucho de su familia en mi infancia, pero hablaba de ellos con  nostalgia, con aire de ausencia impuesta, con letanía de recuerdo repetido una y otra vez.
Mi madre sigue hablando mucho de su familia, aunque ya no repite tanto  ni las imágenes ni las historias.   Después vino el silencio, ese momento de vida compartida que parece que no fue, que parece  no ocurrido, como si cuarenta años  fueran cuarenta minutos  de un  paseo en solitario, triste y aburrido.
Yo estaba allí y sé, conozco algo de lo bueno y casi todo lo malo.
Aquello de lo que no se habla no ha existido, dicen. 

Me hubiera gustado descubrir a la mujer que esconde mi madre, pienso si estaré a tiempo, si me gustará o no, si compartiríamos cosas.  He deseado muchas veces otra vida para mi madre, he deseado muchas veces otra vida para esta mujer que me parió con enorme dolor, que me cuidó en una infancia  difícil, que me dio ese empujón que me salvó la vida, que en medio de todo supo poner amor en mi corazón y esperanza en mi alma,  que no pude disfrutar en su madurez ni ahora en la mía. 
Tengo una imagen grabada de mi madre: mi autobús que se aleja, yo miro hacia la calle y,  entonces sí, veo a aquella mujer enfundada en su eterna  gabardina negra que, cabizbaja, daba la espalda a su destino, una vida sin mi.
Me gustaría saber si mis hijas sabrán que detrás de su madre hay una mujer, si llegarán a conocerme, si querrán siquiera intentarlo.  Si yo dejaré que se acerquen demasiado, quizá prefiera el anonimato de madre, segura en los afectos, fuerte defensora del nido, pero débil y frágil como persona.
Quien sabe.""

 

miércoles, 18 de octubre de 2017

Escribir

"Escribir ha sido siempre mi manera de pensar" (Antonio Orejudo).

El tormento, la obsesión, el miedo,
la ausencia, el dolor, el rencor y la ira,
la pena y la tristeza, el odio y el amor.
Acaricio la luz con la mirada
y la sombra se cierne sobre el alma,
cierro los puños con rabia y siento el corazón lento.
Las cosas son como siempre han sido
y pensar lo contrario me lleva a la deriva y al tormento.
No hay sitio en el mundo para mi alma, no hay remedio,
y si fuera de esta vida hubiera un retorno, un sosiego,
un poco de amor generoso o de simple cariño bueno,
si hubiera algo que me calmara,
que me amara sin recursos y sin réditos...
quiero un poco de algo que no encuentro,
quiero paz, quiero aire limpio, quiero vida,
quiero seguir pidiendo y no quiero.

Y de sentir,  diría también.  Escribir es la manera mas sincera con la que yo me comunico con el mundo, con el propio y con el ajeno, me vuelco en las palabras como si me hundiera en un agujero negro, me invaden y las vomito en un papel o en un teclado de ordenador sin control.  Ellas me pueden, me vencen... y me acompañan.
 
Recuerdo perfectamente el momento, esta vez si, en el que me hundí en mi rincón favorito del sofá y escribí de un tirón y sin respirar lo anterior, no hace tanto...este verano.
De igual modo, recuerdo también, perfectamente y con detalle, el día y la situación en que escribí lo que sigue, un día maravilloso de travesía, donde el sol y la luz y la compañía me dieron un respiro y pensé...tal vez.  Hace un ahora un año.

A veces el mar es sosiego y el cielo de azul intenso.
A veces las olas arrastran el miedo.
¿Habrá nieve este invierno?


 
Ya llegó el invierno, ¿habrá nieve o  habrá hielo?
 

domingo, 8 de octubre de 2017

El Padre

Somos como crecemos, los padres nos influyen y no dejan de recordarnos, en la vida y en la muerte, quienes somos y porque llegamos a ser.
Tengo que recordar, esta vez, a un padre, que no fue el mío, a quién tengo muy presente en los últimos tiempos, un padre que  no fue el mío,, pero que también marcó el devenir de mis años adultos, un padre que no fue el mío, a quien juzgué con poca sensibilidad  y a quien quiero rendir un cariño en su ausencia, ya que no lo hice en su presencia.
Con un trastorno bipolar arrastrado durante años, ya le conocí enfermo y aunque no tuvimos una relación muy estrecha sé que a su manera me quiso de algún modo y sobretodo, me respetó como nuera y como persona. 
Me gustaba cocinar para él porque todo le gustaba y siempre tenía ese comentario agradable que te alegra el tiempo invertido entre fogones,  En los peores momentos de su enfermedad, debo reconocer que no siempre le acompañé y no siempre le entendí.  Incluso, en cierta ocasión, tomé  una terrible decisión que no olvido  y que estará atada a mi conciencia para siempre.
De su última desesperación, recuerdo mi enfado por estropearme unas vacaciones y por atarme a la habitación de un hospital durante  días, recuerdo que le trate con dureza, recuerdo que pensaba mas en las consecuencias de sus actos que en el origen de los mismos.
Las primeras fueron gravísimas, para todos, pero  lo segundo, el por qué de las cosas, ahora sé.  Ahora entiendo qué le llevó a cometer un acto tan desesperado, ahora entiendo sus momentos, ahora le entiendo mas que nunca, comprendo su sufrimiento, su melancolía, su ausencia por temporadas y sobretodo, me acerca a él la soledad tan injusta y tan severa que sintió y padeció.
El dolor de amar, de no poder dejar de amar, de amar hasta el último aliento.
Fue un hombre honesto, trabajador, buena gente, amante de su familia por encima de todas las cosas.
Como le comprendo. como lamento no haberle comprendido.
Que las frías aguas de Riazor le den la calma que anhelaba y que Dios le bendiga también.

viernes, 6 de octubre de 2017

La Decision

De una decisión tomada hace mas de 50 años, se derivaron todas las cosas.  No fue ni buena ni mala, ni la correcta y ni tampoco la equivocada, fue la que tuvo que ser en aquel momento, pero condicionó sus días y los míos  para siempre.
Contaba unos meses de vida cuando mi madre decidió que aquel matrimonio suyo no era lo esperado, que los insultos y los desprecios no había porque soportarlos; me cogió en brazos y con cuatro cosas en una maleta se dirigió con paso seguro hacia la puerta para dejar atrás una vida apenas iniciada.
Sin embargo, en el mismo umbral y con un pie en la calle, algo cruzó su mente y se paró unos segundos a pensar, esos segundos que marcaron todo lo demás.
En los años sesenta, en un país atrasado y absurdo, una mujer sin estudios, sin trabajo, sin dinero, no tenía muchas alternativas.  De haber puesto los dos pies en la calle, habría sido acusada de abandono de hogar, habría perdido cualquier derecho sobre mi y habría pagado con algo mas que una multa ese medio paso que nunca dio.
Como consecuencia, todo continúo a peor con los años y la única manera que tuvo de justificar aquella decisión no tomada, fue centrar toda su vida en la mía y así, sin pretenderlo, hipotecar mi conciencia para siempre.
Nunca le reproché ni lo haré jamás, tuvo miedo o fue un acto de valor;  yo prefiero darle ese punto de valentía que sin duda necesitó porque  sabía lo que le esperaba y lo aceptó.  Y fue terrible.
Lo que no pudo nunca imaginar era lo que me esperaba a mi.
Con esas cabriolas malignas con las que el destino nos reta, cincuenta años después de aquella decisión no tomada, en una época que se supone muy diferente, una mujer sin estudios, sin trabajo y sin dinero, siguie teniendo pocas alternativas.  Y nuevamente, una decisión esta vez si tomada me devuelve a un destino que parecía marcado para ambas, me deja sola frente a un mundo hostil para mis años, a un futuro que me aterra y me paraliza, a todo lo que ella quiso evitar con su propia vida.
Y quizá, lo mas injusto de todo, sea que ha vivido lo suficiente para verlo.
Que Dios la bendiga.