No hace mucho veía en tv a Laura Pausini. No es que me guste como intérprete, pero como ser humano me pareció interesante y seguí la entrevista que le hacían. En un momento dado comentó que su último disco era muy especial para ella pues mientras lo componía había recuperado la maltrecha relación que mantenía con su madre a la vez que había descubierto a la persona que había detrás de ella.
Me pareció precioso.
Y me quedé pasmada.
Inmediatamente pensé en mi propia madre, ya mayor, con esa edad que inspira la ternura y hablanda los recuerdos, con esa edad que cuentas hacia atrás, a la que miro muchas veces y siempre veo como madre. Y pensé que mujer sería ayer, que clase de mujer fue en su adolescencia, en su juventud, que madurez hubiera podido tener.
Mi madre cuenta muchas cosas de su pasado. Habla con frecuencia de sus padres, especialmente de mi abuela, a la que no llegué a conocer y con la que debió de tener una relación muy especial. Es su norte y su guía... aún hoy.
Habla de sus hermanos, ausentes por esas cosas de la vida en este país que nos han obligado durante generaciones a separar familias. Recuerdo que de niña hablaba tanto de ellos, que era casi como si pudiera verlos a diario.
Mi madre hablaba mucho de su familia en mi infancia, pero hablaba de ellos con nostalgia, con aire de ausencia impuesta, con letanía de recuerdo repetido una y otra vez.
Mi madre sigue hablando mucho de su familia, aunque ya no repite tanto ni las imágenes ni las historias. Después vino el silencio, ese momento de vida compartida que parece que no fue, que parece no ocurrido, como si cuarenta años fueran cuarenta minutos de un paseo en solitario, triste y aburrido.
Yo estaba allí y sé, conozco algo de lo bueno y casi todo lo malo.
Aquello de lo que no se habla no ha existido, dicen.
Me hubiera gustado descubrir a la mujer que esconde mi madre, pienso si estaré a tiempo, si me gustará o no, si compartiríamos cosas. He deseado muchas veces otra vida para mi madre, he deseado muchas veces otra vida para esta mujer que me parió con enorme dolor, que me cuidó en una infancia difícil, que me dio ese empujón que me salvó la vida, que en medio de todo supo poner amor en mi corazón y esperanza en mi alma, que no pude disfrutar en su madurez ni ahora en la mía.
Tengo una imagen grabada de mi madre: mi autobús que se aleja, yo miro hacia la calle y, entonces sí, veo a aquella mujer enfundada en su eterna gabardina negra que, cabizbaja, daba la espalda a su destino, una vida sin mi.
Me gustaría saber si mis hijas sabrán que detrás de su madre hay una mujer, si llegarán a conocerme, si querrán siquiera intentarlo. Si yo dejaré que se acerquen demasiado, quizá prefiera el anonimato de madre, segura en los afectos, fuerte defensora del nido, pero débil y frágil como persona.
Quien sabe.
Quien sabe.
1 comentario:
Yo lo veo al revés:
Una persona muy muy muy fuerte y más que una defensora una refugiada en el nido. ¿Tal vez por los afectos? No lo sé...
Publicar un comentario